Para estar en la presencia de nuestro Señor, tenemos que tener las manos sin pecado y un corazón limpio. Por eso Santiago apóstol advertía a los cristianos en su carta: Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Purificaos, pecadores, las manos; limpiad los corazones, hombres irresolutos (St 4,8). “Manos” se refiere a las acciones exteriores, mientras que “corazones” hace referencia a los pensamientos internos y las intenciones. Ambos tienen que estar limpios ante nuestro Señor; si nos limpiamos por dentro, nuestros actos también serán puros (Mt 23,25-26).
Un corazón limpio no sólo nos permite acercarnos a Dios, sino que también tiene otros beneficios maravillosos. Por ejemplo, puede restaurar en ti la alegría de vivir, la cual tiende a quedar destruida por la impureza:
La “libertad”, tan exaltada por el movimiento hippie, se encuentra solamente en los que son limpios de corazón. Los limpios de corazón son libres. Ellos viven realmente en tres dimensiones.
El placer es una dimensión, en el plano de lo físico. Los limpios de corazón son capaces de vivir intensamente en todos los planos, con una plena conciencia del mundo, de la música, de las flores, de los niños, amigos, y de toda la vida sobrenatural. Aquellos de corazón sucio se van volviendo cada vez más ciegos para percibir las dimensiones del amor y la belleza.
Un corazón limpio nos libera de los problemas del sexo, y lo hace como dándonos un par de alas gigantes, alas invisibles para quienes nos rodean, pero que nos permiten elevarnos en el cielo de la libertad como una gran águila en vuelo, aterrizando como queramos, eligiendo los aires que queramos respirar, los escenarios que queramos contemplar, el lugar donde queramos anidar. Un corazón limpio es la llave para entrar en la libertad de los hijos de Dios.
¿Esto implica que, habiendo logrado la limpieza de corazón, estemos exentos de todo peligro, y seamos libres para volar a cualquier lugar, por ejemplo hacia zonas de tentaciones sexuales como son ciertos libros, música, espectáculos, radio, cine o televisión? ¡Nunca! Nuestro Señor, que advirtió a los apóstoles diciéndoles “Oren y velen sin cesar para no caer en tentación”, jamás recomendaría una imprudente aventura a nosotros, que somos almas pequeñas.
Por el contrario, la limpieza de corazón actúa como una luz a nuestra conciencia, como un fuerte impulso hacia el bien, y como un camino directo hacia la alegre libertad en Dios. Es la limpieza la que nos advierte dónde se necesita andar con cuidado, la que nos motiva cuando el miedo nos paraliza, la que nos protege con un escudo de luz cuando, en la inocencia, vagamos entre el humo y entre los peligros inmediatos de la concupiscencia.
Un corazón limpio es prudente. Si no lo fuera, ¿cómo podría estar limpio? Un corazón limpio no se confunde en dudas. Es libre. Y curiosamente, con esa libertad viene una felicidad general que el sexo promete, pero que es incapaz de cumplir.
La “libertad”, tan exaltada por el movimiento hippie, se encuentra solamente en los que son limpios de corazón. Los limpios de corazón son libres. Ellos viven realmente en tres dimensiones.
El placer es una dimensión, en el plano de lo físico. Los limpios de corazón son capaces de vivir intensamente en todos los planos, con una plena conciencia del mundo, de la música, de las flores, de los niños, amigos, y de toda la vida sobrenatural. Aquellos de corazón sucio se van volviendo cada vez más ciegos para percibir las dimensiones del amor y la belleza.
Un corazón limpio nos libera de los problemas del sexo, y lo hace como dándonos un par de alas gigantes, alas invisibles para quienes nos rodean, pero que nos permiten elevarnos en el cielo de la libertad como una gran águila en vuelo, aterrizando como queramos, eligiendo los aires que queramos respirar, los escenarios que queramos contemplar, el lugar donde queramos anidar. Un corazón limpio es la llave para entrar en la libertad de los hijos de Dios.
¿Esto implica que, habiendo logrado la limpieza de corazón, estemos exentos de todo peligro, y seamos libres para volar a cualquier lugar, por ejemplo hacia zonas de tentaciones sexuales como son ciertos libros, música, espectáculos, radio, cine o televisión? ¡Nunca! Nuestro Señor, que advirtió a los apóstoles diciéndoles “Oren y velen sin cesar para no caer en tentación”, jamás recomendaría una imprudente aventura a nosotros, que somos almas pequeñas.
Por el contrario, la limpieza de corazón actúa como una luz a nuestra conciencia, como un fuerte impulso hacia el bien, y como un camino directo hacia la alegre libertad en Dios. Es la limpieza la que nos advierte dónde se necesita andar con cuidado, la que nos motiva cuando el miedo nos paraliza, la que nos protege con un escudo de luz cuando, en la inocencia, vagamos entre el humo y entre los peligros inmediatos de la concupiscencia.
Un corazón limpio es prudente. Si no lo fuera, ¿cómo podría estar limpio? Un corazón limpio no se confunde en dudas. Es libre. Y curiosamente, con esa libertad viene una felicidad general que el sexo promete, pero que es incapaz de cumplir.
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