Nos sucede muchas veces lo que a Sansón. Se dejó engañar por Dalila, aquella perversa mujer que se aprovechó cuando Sansón estaba dormido, le cortó sus cabellos, que eran los que le daban toda su fuerza, y llamó a sus enemigos. Sansón se levantó para combatirlos creyendo que tenía sus antiguas fuerzas, trató de defenderse, pero como el Espíritu del Señor se había alejado de él, se halló sin fuerzas y fue esclavizado por sus enemigos. Muchas veces nos ha sucedido algo semejante: llegan los enemigos del alma, tratamos de reaccionar, las fuerzas no nos alcanzan y somos derrotados miserablemente. Entonces llega el desaliento y el desánimo, a no ser que encontremos el camino para salir de ese atolladero.
El camino para salir de ese pantano es desconfiar siempre de nuestras fuerzas, odiar inmensamente el pecado (pornografía, adulterio, masturbación, fornicación, etc.) y confiar absolutamente en la infinita misericordia de Dios. Jesucristo conoce nuestras debilidades y siempre sintió la más grande compasión y la misericordia más bondadosa con el pecador. (Eliécer Salesman, Pureza o Castidad)
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