La Iglesia nos enseña que el hombre es la única criatura que Dios ama por sí misma, y que el hombre puede encontrarse a sí mismo solamente en don sincero de sí mismo. Dios nos creó a cada uno de nosotros porque nos ama. Desde antes de que existiéramos, El ya nos amaba. El no te creó porque ibas a ser muy trabajador, o porque ibas a tener ciertos talentos. El te creó simplemente porque te ama y porque quiere lo mejor para ti.
¿Has escuchado eso de que a veces una persona, para encontrarse a sí misma, se va al Tíbet, o al Himalaya, o se pone a practicar yoga? Esas recetas están equivocadas. El hombre no se encuentra a sí mismo por una introspección obsesiva y egocéntrica. Nos encontramos a nosotros mismos sólo donándonos para servir y cuidar a los demás, y para procurar lo mejor para ellos.
Seguramente tú habrás experimentado esto en un momento de tu vida. Quizá has sido voluntario para quienes no tienen hogar o sirviendo en tu parroquia. Tal vez has ayudado a un amigo consolándolo toda la noche porque estaba deprimido. No importan las circunstancias, hay una alegría y una satisfacción que experimentas cuando ayudas a los demás.
Por eso Dios nos creó para vivir, no solos, sino en familias y en comunidades. No encontraremos la felicidad viviendo en nuestros pequeños mundos aislados, gastando toda nuestra energía sólo para satisfacer nuestras necesidades. Hallamos plenitud para nuestras vidas cuando unimos nuestras vidas y necesidades a las de los demás, cuando hay interdependencia de amor con los demás, cuando buscamos el bien de los demás y cuando los demás, a cambio, buscan lo mejor para nosotros. Este es el estilo de vida que nos hace felices. Ese es el amor verdadero.
¿Tú crees que el adulterio, la pornografía o las relaciones sexuales hedonistas te llevan por ese camino de auténtico amor? ¡Lejos!
Seguramente tú habrás experimentado esto en un momento de tu vida. Quizá has sido voluntario para quienes no tienen hogar o sirviendo en tu parroquia. Tal vez has ayudado a un amigo consolándolo toda la noche porque estaba deprimido. No importan las circunstancias, hay una alegría y una satisfacción que experimentas cuando ayudas a los demás.
Por eso Dios nos creó para vivir, no solos, sino en familias y en comunidades. No encontraremos la felicidad viviendo en nuestros pequeños mundos aislados, gastando toda nuestra energía sólo para satisfacer nuestras necesidades. Hallamos plenitud para nuestras vidas cuando unimos nuestras vidas y necesidades a las de los demás, cuando hay interdependencia de amor con los demás, cuando buscamos el bien de los demás y cuando los demás, a cambio, buscan lo mejor para nosotros. Este es el estilo de vida que nos hace felices. Ese es el amor verdadero.
¿Tú crees que el adulterio, la pornografía o las relaciones sexuales hedonistas te llevan por ese camino de auténtico amor? ¡Lejos!
Excelente escrito, nos abren los ojos a muchas cosas, incluso a cosas que les tenemos amor, cosas que nunca llegaran a tener vida.
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