Los pecados contra la pureza son cometidos con frecuencia en secreto, especialmente entre los devotos católicos que no quieren que otros sepan acerca de sus luchas en esta área. Estos pecados son cometidos en la oscuridad. Por supuesto, la oscuridad y el secreto nunca pueden ocultar nuestros pecados a Dios: Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta (Heb 4,13). Los pecados de la carne todavía están, con frecuencia, ocultos a la vista de otras personas: Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas (Jn 3,20). Las “obras de las tinieblas” son hechas “en secreto”. Y el remedio para tales pecados, según san Pablo, es exponerlas a la Luz.
Entonces, ¿cómo exponemos nuestros pecados secretos en la Luz de nuestro Señor? Confesándolos, especialmente en el Sacramento de la Penitencia.
"Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1Jn 1,5-9).
El mero acto de decir a alguien más tus pecados, ayuda a romper el poder que tienen sobre ti. Quizá tu has hallado algún amigo en quien apoyarte diariamente mientras estás haciendo estas meditaciones, como se dijo en la Introducción. Un director espiritual o un consejero psicológico puede servir también para este propósito. Sin embargo el Sacramento de la Reconciliación también proporciona la absolución y gracias poderosas que vienen de Dios, que ayudan y fortalecen a tu alma contra el pecado. La Confesión, entonces, combina ambas cosas, la admisión del pecado secreto ante otra persona, y las gracias del Sacramento; es un “doble golpe” que debilita el poder del pecado y disminuye su influencia en nuestras vidas. San Francisco de Sales escribe:
Un gran remedio contra toda forma de tentación, grande o pequeña, es abrir el corazón y poner sus insinuaciones, gustos y aversiones a tu director; porque, como puedes observar, la primera condición que el Maligno hace en un alma, cuando quiere seducirla, es el silencio…
Empecemos entonces por romper el secreto y el silencio de nuestras vidas pecaminosas exponiendo nuestros pecados oscuros y tentaciones a la luz del Sacramento de la Penitencia. Aprovechemos lo que Jesús llamó el “Tribunal de la Misericordia” en sus apariciones a santa Faustina Kowalska. Su corazón misericordioso siempre está dispuesto a perdonarnos y limpiarnos con su preciosísima Sangre. Si nuestros pecados son como escarlata, Él nos dejará blancos como la nieve.
Pregunta... ¿Has experimentado la liberación en el sacramento de la Confesión?
Entonces, ¿cómo exponemos nuestros pecados secretos en la Luz de nuestro Señor? Confesándolos, especialmente en el Sacramento de la Penitencia.
"Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1Jn 1,5-9).
El mero acto de decir a alguien más tus pecados, ayuda a romper el poder que tienen sobre ti. Quizá tu has hallado algún amigo en quien apoyarte diariamente mientras estás haciendo estas meditaciones, como se dijo en la Introducción. Un director espiritual o un consejero psicológico puede servir también para este propósito. Sin embargo el Sacramento de la Reconciliación también proporciona la absolución y gracias poderosas que vienen de Dios, que ayudan y fortalecen a tu alma contra el pecado. La Confesión, entonces, combina ambas cosas, la admisión del pecado secreto ante otra persona, y las gracias del Sacramento; es un “doble golpe” que debilita el poder del pecado y disminuye su influencia en nuestras vidas. San Francisco de Sales escribe:
Un gran remedio contra toda forma de tentación, grande o pequeña, es abrir el corazón y poner sus insinuaciones, gustos y aversiones a tu director; porque, como puedes observar, la primera condición que el Maligno hace en un alma, cuando quiere seducirla, es el silencio…
Empecemos entonces por romper el secreto y el silencio de nuestras vidas pecaminosas exponiendo nuestros pecados oscuros y tentaciones a la luz del Sacramento de la Penitencia. Aprovechemos lo que Jesús llamó el “Tribunal de la Misericordia” en sus apariciones a santa Faustina Kowalska. Su corazón misericordioso siempre está dispuesto a perdonarnos y limpiarnos con su preciosísima Sangre. Si nuestros pecados son como escarlata, Él nos dejará blancos como la nieve.
Pregunta... ¿Has experimentado la liberación en el sacramento de la Confesión?
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