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lunes, 5 de mayo de 2014

Desvergüenza

San Pablo la llama "lascivia". Platón dice que lascivia es una desvergüenza para cometer lo malo, una disponibilidad para cualquier placer, aunque sea prohibido. San Basilio dice que se trata de una antipatía para aceptar una disciplina sobre el apetito sexual.

Lo especial de la desvergüenza o lascivia es que no tiene cuidado del choque que puede provocar en la opinión pública. Lo importante es satisfacer los deseos impuros. Al desvergonzado no le interesa cuántos sean los espectadores que presencian su proceder, todo con tal de tener el placer que su instinto impuro le demanda. No le importa quedar con muy mala fama ante los demás. El pecado domina al impuro de tal manera que le hace perder la vergüenza y quedarse sin dignidad. La persona desvergonzada no se respeta a sí misma ni respeta la dignidad de sus víctimas. Se deja dominar de tal manera por sus deseos sexuales que no se inquieta porque otros le estén observando, ni se pregunta quién le observa. La sensualidad echa lejos a la vergüenza y va convirtiendo a una digna persona humana en una bestia vulgar.

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