La castidad es un regalo que viene de Dios. Es algo que se importa del Cielo. No nacimos con este regalo, ni lo podemos adquirir mediante esfuerzos ascéticos y de fuerza de voluntad. La limpieza de corazón no es el resultado de hermosas meditaciones. Es simplemente un don del Espíritu de Dios. Por eso hay que pedirla mucho, y no cansarse de pedirla todos los días, puesto que Jesús nos hizo un juramento: "Quien pide, recibe. Todo lo que pidan al Padre en mi nombre, se los concederá". La vida de la Iglesia durante 20 siglos ha demostrado en la vida de millones de personas que, pidiendo a Dios la limpieza de corazón, es decir la castidad, se obtiene realmente.
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