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martes, 20 de mayo de 2014

La voluntad de Dios para ti

"Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor, y no dominado por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios. Que nadie falte a su hermano ni se aproveche de él en este punto, pues el Señor se vengará de todo esto, como os lo dijimos ya y lo atestiguamos, pues no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad" (1Tes 4, 3-7).

La voluntad de Dios para sus hijos es que sean santos y se abstengan de la inmoralidad. Es lo que Él quiere para nosotros, y nos ofrece la gracia para realizarlo en nuestras vidas. Ya sea que hayas buscado satisfacerte en la impureza durante algunos días o durante algunas décadas, y sin importar qué tanto te has hundido en el vicio, Nuestro Señor te sigue amando y quiere que seas puro, y puede ayudarte a obtener la santidad en tu vida. ¡Nada es imposible para Dios!

Quizá tú abrigas la esperanza de que estos abusos no sean, en realidad, pecados, y de que puedes así continuar con ellos. Podrás preguntarte: ¿Dónde la Biblia lo condena? Bien, pues el Libro del Sirácide condena los pecados solitarios de impureza: El alma ardiente como fuego encendido, no se apagará hasta consumirse; el hombre impúdico en su cuerpo carnal: no cejará hasta que el fuego le abrase (Eclo 23,16-17). También dice el Catecismo de la Iglesia:

“Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado’. ‘El uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice a su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine’. Así, el goce sexual es buscado aquí al margen de ‘la relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero” (no. 2352).

Dios no hizo el acto sexual para nuestra gratificación egoísta, sino para ser utilizado dentro de los límites del matrimonio para dos fines: la procreación de los hijos y la unión del marido y la mujer en una sola carne. El placer que lo acompaña no es, entonces, un fin en sí mismo. El tocar tu cuerpo con impureza y el deleitarte viendo imágenes indecentes es dar un uso distorsionado y egoísta al regalo de la sexualidad que Dios te dio; es hacer del placer un fin en sí mismo, ignorando los verdaderos fines de la función sexual.

Oración: "Dulcísimo Jesús, déjame renunciar a toda impureza; permíteme ser siempre un extraño a los deseos de la carne y a la lujuria de la tierra, que combaten contra el alma; y con tu ayuda, concédeme preservar la castidad sin mancha". (Scott Rosemarie, Clean of Heart, Overcoming Habitual Sins against Purity)

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