San Francisco de Sales decía que para que nos arriesguemos a luchar por conseguir una virtud es necesario entusiasmarnos por ella, y pensar seriamente en las inmensas ventajas que esa virtud nos traerá. Si se considera la castidad como una carga, como una obligación, será psicológicamente rechazada. Por eso la castidad hay que mirarla como un regalo maravilloso de Dios. Es algo que contribuye enormemente a que seamos más libres y más nobles. Es como desatar los lazos que nos amarran a lo material, para elevarnos más libremente a lo que es espiritual.
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