Como sacerdote he conocido muchas personas que han pasado por el confesionario. Muchos de ellos han sido ancianos con más de 80 años. Quien piense que a esas edades no existen dificultades con la castidad está equivocado. Y todos hemos conocido que sacerdotes, gobernantes, políticos y líderes de la comunidad tienen a veces problemas serios de castidad. Mantenerse limpios de corazón no es fácil para nadie, aunque las personas ocupen elevados y sagrados cargos, o aunque pasen los años y las arrugas marquen el rostro. En ninguna edad estamos seguros contra los peligros y las tentaciones... Hay que luchar día a día para conservarse limpios. San Pablo nos recuerda que llevamos un tesoro en vasijas de barro, y que la castidad necesita de cuidadosa protección y defensa.
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